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Tener algo que decir

Salir del cuadro

Hace poco es­tuve en una fe­ria del li­bro donde es­cu­ché en más de una oca­sión un co­men­ta­rio que siem­pre me ha pa­re­cido cu­rioso: «el es­cri­tor tal no tiene nada qué de­cir». Como to­dos los pro­nun­cia­mien­tos ta­xa­ti­vos tam­bién éste nace con un ta­lón de Aqui­les que re­sulta in­vi­si­ble para quien lo for­mula. Una lec­tura be­nigna po­dría en­ten­derlo como una afir­ma­ción hi­per­bó­lica. En todo caso, no se la puede ig­no­rar, no por­que plan­tee una justa eva­lua­ción so­bre un au­tor, sino por­que es un meme que se usa como si es­tu­viera real­mente claro qué significa (…)

El camino menos recorrido

The Road (la película)

La no­vela de ca­rre­tera tiene un largo pe­di­gree que em­pieza desde la pu­bli­ca­ción misma de Don Qui­jote. Dos com­pa­ñe­ros de viaje, casi siem­pre con per­so­na­li­da­des muy di­fe­ren­tes, via­jan jun­tos a un des­tino que no es tan im­por­tante como la tra­ve­sía que los une. Es el caso de The Road de Cor­mac Mc­Carthy, tra­du­cida como La ca­rre­tera por Luis Mu­ri­llo Fort, una tra­duc­ción que como po­cas res­peta las con­ven­cio­nes na­rra­ti­vas del ori­gi­nal. Me atrevo a su­ge­rir que este tema tan an­ti­guo ad­quiere gran parte de su po­der de per­sua­sión en La ca­rre­tera gra­cias a las he­rra­mien­tas na­rra­ti­vas a las que Mc­Carthy echa mano (…)

Ardiente paciencia

Esto va a pa­re­cer una exal­ta­ción pas­to­ral, ale­jada del tema del ofi­cio de es­cri­bir, pero tengo la es­pe­ranza de que quie­nes ten­gan la pa­cien­cia de lle­gar al fi­nal lo vean de otra ma­nera. Pasé gran parte del sá­bado pa­sado ca­vando ho­yos para sem­brar pa­rras. No re­cuerdo cuándo fue la úl­tima vez que tuve una ex­pe­rien­cia se­me­jante, pero dado que te­nía las he­rra­mien­tas apro­pia­das —una fla­mante pala, ti­je­ras para cor­tar raí­ces y una pala de trans­plan­tar— pensé que la ta­rea no se­ría difícil (…)

Ser la persona herida

Heridos en la Playa Omaha, 1944

En el «Canto a mí mismo» de Whit­man hay un pa­saje en el que éste es­cribe: «No le pre­gunto a la per­sona he­rida cómo se siente / yo mismo me con­vierto en la per­sona he­rida». Es­tos dos ver­sos pa­re­cen re­su­mir una de las cru­ces de la fic­ción, la cues­tión de si es po­si­ble es­cri­bir desde el punto de vista de otra per­sona. En otras pa­la­bras, si es po­si­ble que un es­cri­tor cree un per­so­naje muy di­fe­rente a sí mismo (…)