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La pesadilla de Orwell

1984 de Michael Radford basada en la novela de Orwell

Pa­re­ce­ría que Or­well ha con­ver­tido en un re­fe­rente pos­mo­derno al que se alude ge­ne­ral­mente para ha­cer­nos pen­sar que 1984 no fue como el 1984 que él ha­bía ima­gi­nado. Uno está ten­tado a creer que el si­nies­tro «gran her­mano» no es más que una pe­sa­di­lla li­te­ra­ria de otros tiempos (…)

Decir o mostrar, he ahí el dilema

Ser o no ser...

No es raro en­con­trar con­se­jos so­bre la prác­tica de la es­cri­tura for­mu­la­dos de tal ma­nera que pa­re­cen re­glas cien­tí­fi­cas que uno de­be­ría se­guir a riesgo de des­en­ca­de­nar una reac­ción ter­mo­nu­clear en el texto. Esto puede so­nar a hi­pér­bole, pero es el caso del con­sejo tan co­mún en el mundo an­glo­sa­jón, «no de­cir, mos­trar», que ahora em­pieza a apa­re­cer tam­bién en los fla­man­tes ta­lle­res his­pa­noa­me­ri­ca­nos. No es que el con­sejo esté siem­pre mal sino que dudo que esté siem­pre bien (…)

Las infidelidades del cine

La dificultad de ser fiel

Es­cribí hace al­gu­nos me­ses que desde sus inicios el cine man­tiene un largo ro­mance con la no­vela. No sólo se ex­presa en el in­ter­cam­bio fruc­tí­fero de téc­ni­cas na­rra­ti­vas en­tre los dos me­dios, sino tam­bién, y quizá so­bre todo, en el he­cho de que tan­tas pe­lí­cu­las ha­yan sido lle­va­das al cine. Ali­cia en el país de las ma­ra­vi­llas, por ejem­plo, has sido adap­tada más de treinta ve­ces. Para creer que este pro­ceso de adap­ta­ción es po­si­ble hay que es­tar de acuerdo con Eco cuando dice que la «trama» de una na­rra­ción es una es­truc­tura que puede ser re­creada en di­ver­sos sis­te­mas se­mióti­cos. No es­ta­ría de más aña­dir que la adap­ta­ción, de­bido a que re­crea una his­to­ria en otro me­dio, casi siem­pre cam­bia lo que ésta significa (…)

II)">Ahí está el detalle (II)

II)">La maleta era grande y pesada

En la en­trega an­te­rior, de­ja­mos en sus­penso la pre­gunta: si un es­cri­tor sólo puede usar unos po­cos de­ta­lles, ¿con qué cri­te­rio se­lec­ciona los de­ta­lles no esen­cia­les? No basta, por su­puesto, con de­cir que los de­ta­lles se eli­gen con la in­ten­ción de pro­du­cir el efecto de reali­dad del que ha­bla Bart­hes, ya que esto no se­ñala cómo se lleva a cabo di­cha se­lec­ción. Bart­hes de­cía que un de­ta­lle no esen­cial cum­ple dos fun­cio­nes: la de re­pre­sen­tarse a sí mismo, y la de re­pre­sen­tar la reali­dad (la «ilu­sión re­fe­ren­cial»). Me atrevo a su­ge­rir que ade­más de esas dos fun­cio­nes hay otras tres que tra­taré a continuación (…)

La suerte tatuada en la piel

Noomi Rapace en The Girl With the Dragon Tattoo

Hace más de cien años que se está en­te­rrando la no­vela, como gé­nero, como forma, como arte. Hay quie­nes di­cen que la gente ya no lee, como si hu­biera ha­bido una época do­rada en la que to­dos eran asi­duos lec­to­res. Hay quie­nes di­cen que ya no se pu­blica li­te­ra­tura, con ma­yús­cula, como si hu­biera ha­bido una época en la que cada no­vela pu­bli­cada hu­biera te­nido la ca­li­dad de un Qui­jote. Fe­liz­mente, la no­vela si­gue dando po­de­ro­sas se­ña­les de buena salud (…)

Caer del estado de gracia

Desgracia

Uno de los te­mas cen­tra­les de la no­vela Des­gra­cia de J.M. Coet­zee, pu­bli­cada en 1999, es la caída so­cial de un pro­fe­sor uni­ver­si­ta­rio. La adap­ta­ción al cine, di­ri­gida por Steve Ja­cobs, pa­rece ilus­trar otro tipo de caída: lo que pasa cuando un ci­neasta se niega a asu­mir las di­fe­ren­cias que hay en­tre la no­vela y el cine (…)

El arte de la seducción

El graduado

El arte de la fic­ción es, en buena cuenta, un arte de se­duc­ción. Los pri­me­ros pá­rra­fos debe lo­grar que el lec­tor quede tan in­tere­sado en el texto que esté dis­puesto a se­guir le­yendo. El pe­li­gro con este tipo de afir­ma­cio­nes es que se con­vier­tan en una bús­queda de una fór­mula que desem­bo­que en una he­te­ro­do­xia que se apli­que a ra­ja­ta­bla a toda no­vela que se nos cruce en el camino (…)