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II)">Ahí está el detalle (II)

II)">La maleta era grande y pesada

En la en­trega an­te­rior, de­ja­mos en sus­penso la pre­gunta: si un es­cri­tor sólo puede usar unos po­cos de­ta­lles, ¿con qué cri­te­rio se­lec­ciona los de­ta­lles no esen­cia­les? No basta, por su­puesto, con de­cir que los de­ta­lles se eli­gen con la in­ten­ción de pro­du­cir el efecto de reali­dad del que ha­bla Bart­hes, ya que esto no se­ñala cómo se lleva a cabo di­cha se­lec­ción. Bart­hes de­cía que un de­ta­lle no esen­cial cum­ple dos fun­cio­nes: la de re­pre­sen­tarse a sí mismo, y la de re­pre­sen­tar la reali­dad (la «ilu­sión re­fe­ren­cial»). Me atrevo a su­ge­rir que ade­más de esas dos fun­cio­nes hay otras tres que tra­taré a continuación (…)

Desayuno en Tiffany’s

En Donde van a mo­rir los ele­fan­tes de José Do­noso, Gus­tavo Zu­leta, un pro­fe­sor uni­ver­si­ta­rio chi­leno que en­seña en Es­ta­dos Uni­cos, tiene una no­via nor­te­ame­ri­cana cuya for­ma­ción cul­tu­ral —para po­nerlo de una ma­nera de­li­cada— está ba­sada en los me­dios vi­sua­les más que en los es­cri­tos. En una es­cena Zu­leta le pre­gunta a Ruby, que así se llama la no­via, si ha leído la Crí­tica de la ra­zón pura. Ella, sin va­ci­lar un ins­tante, res­ponde con to­tal des­par­pajo: «No, pero he visto la película». (…)