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¿De qué hablamos cuando hablamos de la «novela tradicional»?

Novela tradicional

Si me die­ran un ki­ló­me­tro por cada vez que la ex­pre­sión «no­vela tra­di­cio­nal» —o sus de­ri­va­dos— se me ha cru­zado en el ca­mino, quizá ya ten­dría su­fi­cien­tes para cru­zar el Atlán­tico de ida y vuelta (…)

Final de juego

Final de juego

Es ex­tra­or­di­na­ria la aten­ción que han re­ci­bido las pri­me­ras pa­la­bras de las no­ve­las; y con mu­chí­sima ra­zón, ya que son el um­bral que el lec­tor puede ele­gir no cru­zar nunca. Las úl­ti­mas pa­la­bras, por el con­tra­rio, han sido casi ol­vi­da­das, a pe­sar de que si un lec­tor llega hasta ellas son el um­bral que cruza sin falta. Este ol­vido es de la­men­tar, ya que me atrevo a su­ge­rir que el fi­nal de una no­vela, si no es lo más im­por­tante, está en un se­gundo lu­gar in­cues­tio­na­ble a pe­sar de la poca prensa que recibe (…)

En la puerta del horno

Trabajando en la boca del horno

De un tiempo a esta parte se han po­pu­la­ri­zado los ta­lle­res li­te­ra­rios en el mundo his­pa­noa­me­ri­cano, cosa que me ale­gra mu­cho, ya que es un sín­toma de que quizá la con­cep­ción ro­mán­tica del es­cri­tor está em­pe­zando a des­a­pa­re­cer. Es­pero, sin em­bargo, que quie­nes adop­ten el ta­ller como es­pa­cio de apren­di­zaje no cai­gan en el mal en­ten­dido co­mún de con­si­de­rarlo como una suerte de horno donde donde en­tran ma­nus­cri­tos ape­nas ter­mi­na­dos para sa­lir obras com­ple­tas, ya lis­tas para la im­prenta. La reali­dad es bas­tante diferente (…)

La levedad de Seda

La «orientalización» de Seda

Usual­mente se acepta que una no­vela es una na­rra­ción larga so­bre even­tos fic­ti­cios. El nú­mero de pa­la­bras que la de­fi­nen —la ex­ten­sión— si­gue en disputa desde el mo­mento mismo de su apa­ri­ción. En la tra­di­ción an­glo­sa­jona la marca de las cin­cuenta mil pa­la­bras dis­tin­gue la no­vela de la no­vela corta, la cual a su vez está se­pa­rada del cuento por la marca de las veinte mil pa­la­bras. Lo que es­tos lí­mi­tes ar­bi­tra­rios tra­tan de ar­ti­cu­lar es la di­fe­ren­cia que existe en­tre la ex­pe­rien­cia de leer un cuento en com­pa­ra­ción con una no­vela. El pri­mero usual­mente se lee de un ti­rón, por lo cual debe te­ner un efecto con­tun­dente («knock-out» le lla­maba Cor­tá­zar). La no­vela, por el con­tra­rio, se lee en más de una se­sión, y, en al­gu­nos ca­sos, a lo largo de va­rias se­ma­nas o me­ses (como ocu­rre con Anna Karenina) (…)

Los ortodoxos del lápiz rojo

Diálogo en la ficción

Re­sulta cu­rioso que la pa­ra­doja de ha­blar por es­crito nos pa­rezca tan na­tu­ral. Quizá se deba a que re­sulta in­tui­tivo re­co­no­cer que el diá­logo en la na­rra­ción goza de un sta­tus di­fe­rente del diá­logo en la vida real. Sin em­bargo, hay al­gu­nos es­cri­to­res que se ago­bian de­ma­siado en su in­tento de «cap­tu­rar» la reali­dad, sin darse cuenta de que el diá­logo en fic­ción es una crea­ción ar­ti­fi­cial que sólo puede crear el «efecto de reali­dad» del que ha­bla Barthes (…)

El placer de las Ficciones

Pulp Fiction

La pri­mera vez que leí el fa­moso tí­tulo de Bor­ges, tuve la im­pre­sión de que éste, ex­cén­trico, lo ha­bía ele­gido para di­fe­ren­ciar sus cuen­tos, la ma­yo­ría de ellos de corte fi­lo­só­fico, de los otros que por en­ton­ces se pu­bli­ca­ban. Esta de­duc­ción inocente gozó de buena sa­lud du­rante mu­chos años (…)

La trama celeste

Desde que los es­cri­to­res la­ti­noa­me­ri­ca­nos em­pe­za­ron a re­fle­xio­nar so­bre el ofi­cio de es­cri­bir —di­ga­mos, desde que José Ma­ría He­re­dia es­cri­biera su «En­sayo so­bre la no­vela» en 1832— casi siem­pre han op­tado por tres ca­mi­nos: el re­cuento histórico-estético, el tes­ti­mo­nio de parte, y el aná­li­sis de los as­pec­tos téc­ni­cos del acto narrativo (…)