Usualmente se acepta que una novela es una narración larga sobre eventos ficticios. El número de palabras que la definen —la extensión— sigue en disputa desde el momento mismo de su aparición. En la tradición anglosajona la marca de las cincuenta mil palabras distingue la novela de la novela corta, la cual a su vez está separada del cuento por la marca de las veinte mil palabras. Lo que estos límites arbitrarios tratan de articular es la diferencia que existe entre la experiencia de leer un cuento en comparación con una novela. El primero usualmente se lee de un tirón, por lo cual debe tener un efecto contundente («knock-out» le llamaba Cortázar). La novela, por el contrario, se lee en más de una sesión, y, en algunos casos, a lo largo de varias semanas o meses (como ocurre con Anna Karenina) (…)
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