Nunca dos Szymborskas
Desconfío de los homenajes, sobre todo de aquellos que se hacen a los muertos recientes, cuando el cuerpo no ha perdido todavía su calidez humana. Tengo la impresión de que el impaciente autor de la nota ya la había escrito con anticipación, o, por lo menos, la había estado bosquejando en su mente, rogando que su idea no se desvaneciera antes que el escritor famoso deje de soñar entre nosotros. De modo que evito escribir homenajes cuando alguien que admiro ha muerto. Pero hay excepciones. Me resulta difícil dejar pasar los días sin recordar a Wisława Szymborska, sin decir, por lo menos en el ámbito limitado de este medio, que para mí es como si ella todavía estuviera escribiendo en su querida Cracovia.
Hubo una época, no muy corta, en la que Szymborska fue una poeta conocida sólo en Polonia. Eso no evitó que escribiera la luminosa poesía que, inclusive en las malas traducciones, hacen que el mundo sea menos sombrío. Nacida en 1923, en Prowent, Polonia, conoció la Segunda Guerra Mundial de primera mano. Trabajó como oficinista para no ser deportada a la Alemania Nazi en la suerte de esclavitud que era el trabajo forzado bajo el Tercer Reich. Dibujó, escribió cuentos, luego estudió sociología, pero cuando se instaló en Cracovia en 1945 descubrió que la poesía sería su modo de estar en el mundo. Entonces publicó su primer poema «Szukam słowa» («Mirando el mundo»).
Quizá por la presión de vivir bajo un regimen autoritario, Szymborska cometió algunas faltas políticas, como la de suscribir la condena a los sacerdotes acusados de traición en la Polonia socialista. Pero como otros escritores —Gunter Grass, viene a la mente— se distanció pronto de aquella forma reduccionista del ver el mundo, para abrazar la incertidumbre de la poesía, que no arroja certezas, sino la posibilidad de una certeza, que muchas veces se desvanece cuando queremos convertirla en tal. Para sostenerse, tuvo trabajos alimenticios ligados a la literatura. Fue parte del grupo editorial de Życie Literackie (Vida Literaria), así como otras revistas donde solidificó su crítica contra el ideario de la «República Popular de Polonia».
Pero ninguno de estos rasgos biográficos, de por sí fascinantes, se compara con su tenaz práctica de la poesía. Su impresionante obra, que empieza con Dlatego żyjemy (Por eso vivimos) publicada en 1952, continuó hasta la publicación en 2009 de Tutaj (Aquí). Lo curioso es que Szymborska, que tuvo un principio prometedor cuando gano el Premio Literario de la Ciudad de Cracovia en 1954, siguió escribiendo por nueve años antes de recibir el Premio del Ministerio de Cultura de Polonia, en 1963. Después pasaron casi treinta años antes que le fuera concedido el Premio Goethe (1991). Su vocación era de aquellas para las cuales escribir es su propia recompensa porque es su forma de estar en el mundo.
Lamento decir que, a pesar de las desconfianzas que me produce el Premio Nobel, quizá me habría tomado mucho más tiempo conocer la poesía de Szymborska si ella no lo hubiera recibido en 1996. Recuerdo que el año siguiente, cuando yo había tomado por fin la decisión de dedicarme a la literatura, encontré uno de sus libros en Barnes & Noble. Usualmente, cuando me topo con un autor que no conozco, leo algunas páginas para saber si es un libro que me gustaría llevar a casa. Ese día empecé a leer a Szymborska, y no recuerdo cuanto tiempo pasé apoyado en un estante de libros, leyendo muy despacio cada uno de sus poemas, dejándome llevar por una visión tan humana que no costaba trabajo adoptarla como propia. Recién caí en cuenta que estaba en la librería, y que había leído casi todo el libro, cuando una amable dependiente me dijo que estaban a punto de cerrar.
Szymborska nos hace ver el mundo con otros ojos, pero no recurriendo a la «defamiliarización», la «ostranenie» acuñada por Shklovsky, sino más bien a que su poesía tiene el efecto de cambiar la densidad de nuestra percepción. Lo que antes habíamos dado por sentado se convierte en un evento nuevo porque tenemos la impresión de verlo con claridad por primera vez. Este volver a ver el mundo nos hace conscientes de ser pasajeros del tiempo.
Hay un poema suyo que expresa esta idea de una manera extraordinaria. En «Nada dos veces», Szymborska escribe:
Nada ocurre dos veces.
En consecuencia, la triste verdad es
que llegamos al mundo improvisados
y nos vamos sin poder practicar.
William James, que tiene sensibilidad de poeta en su monumental Principles of Psychology, escribe sobre el mismo tema desde un ángulo diferente. Dice James que debido a que nuestra mente — y su correlato físico — cambian a cada instante nada puede repetirse. Inclusive si escuchamos la misma palabra dos veces, la segunda vez llega a un cerebro modificado por la primera. James lo explica en dos páginas. Szymborska necesita cuatro líneas.
De la misma manera que Vallejo y Machado me acompañaron durante mi vida de estudiante, y después Neruda y Hernández fueron mi constante compañía cuando trabajaba en el mundo corporativo como consultor, desde que empecé a escribir, Szymborska a ha sido esa luz constante que me alumbra cada vez que el mundo, de las diversas y creativas maneras que tiene, me quiere hacer pensar que estoy rodeado de oscuridad. Del mismo modo que ciertas prácticas religiosas empiezan el día con una oración, lo primero que hago antes de empezar a escribir es leer a Szymborska, y el mismo poema, aunque lo haya leído hace muy poco, no es el mismo, porque nada ocurre dos veces.
Un comentario en “Nunca dos Szymborskas”
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Querido Jose,
También yo me sentí afectado por la noticia de la muerte de Szymborska. Es más, también yo sentí que esa noticia me sacudía del marasmo y me empujaba a escribir de nuevo. Así, empecé una nota que decía:
«La primera vez que supe de ella fue en San Diego, California, en casa de Christine Foerster y José de Piérola, y nada me previno de lo que para mí sería un descubrimiento fundamental. Nada, ni nadie. José únicamente me entregó un libro en inglés, Wisława Szymborska. Poems New and Collected, al mismo tiempo que decía: «Trata de leerlo. Creo que te gustará». Por la noche, antes de dormir, abrí al azar ese libro y me topé con el poema «Bufo» y sus primeros versos: “First, our love will die, alas, / then two hundred years will pass, / then we’ll meet again at last— // this time in the theater, played / by a couple of comediants, / him and her, the public’s darlings”. (En una edición castellana del Fondo de Cultura Económica, Wisława Szymborska. Poesía no completa, aquellos versos van así: “Pasará primero nuestro amor, / más tarde cien años, y doscientos, / más tarde volveremos a estar juntos: // comediantes, él y ella, / los predilectos del público, / nos llevarán a escena”. En cualquier caso, los originales dicen: “Najpierw minie nasza milosc, / poterm sto i dwiescie lat, / potem znow bedziemy razem: / komediantka i komediant, ulubiency publicznosci, odegraja nas w teatrze”. Intuitivamente, uno podría sugerir que el último y largo verso también podría figurar en nuestro idioma de este modo: “comedianta y comediante, favoritos del público, nos representarán en el teatro”.)…»
Aquí lo dejé. La voluntad no me alcanzó para redactar ni una sola línea más. No tuve el ánimo porque caí en la cuenta de que muchos amigos y conocidos estaban llamando la atención respecto de esta pérdida humana y de su humanísima obra, y lo habían hecho muchísimo mejor de lo que podría hacerlo yo. Como puedes ver, tu mismo post es una prueba de lo que digo ahora, Jose, y te agradezco de corazón haberlo escrito.
Un abrazo inmenso, lleno de admiración como siempre.
Tu viejo amigo
C.