Literatura «Light»
Hay quienes van a leer el título como un oxímoron. Sin embargo, lo que el título aprovecha es que de las dos palabras, la que más llama la atención es «light», aunque debería ser al revés. Esto se debe a que la mayoría creemos saber de qué hablamos cuando hablamos de literatura. Las cosas se agravan cuando aparecen quienes, tomando por sentado el significado del término, se sienten impulsados (por ese celo quijotesco que de vez en cuando nos mueve a todos) a separar el trigo de la paja.
Pongamos el caso de quienes definen «literatura» de una manera positiva. Georg Lukács, por ejemplo, en Teoría de la novela, señala que la novela debe aspirar a ser una representación de la realidad apropiada para su época. Dada esta responsabilidad, una responsabilidad tanto más grave si uno tiene en cuenta los tiempos que corren, la novela literaria debería diferenciarse tajantemente de la novela de entretenimiento. Ésta última «se parece a la novela» pero no está «basada en nada», y, en el fondo, es «nada». Lukács tenía la tendencia a dejarse llevar por su celo teórico hasta disolver su impulso inicial (vean, por ejemplo, La novela histórica).
En la misma vena, aunque más recientemente, Mario Vargas Llosa lamenta en «La muerte de la novela» que la literatura «light» esté imponiendo un modo de escritura que pone mayor énfasis en el entretenimiento modelado en las comedias cinematográficas, dejando de lado las preocupaciones propias de la «novela de sofá» que es una de las últimas formas que tenemos de defendernos de la «miseria de la condición humana». Tanto la posición de Lukács como la de Vargas Llosa ya habían sido examinadas por Adorno y Horkheimer en «La industria de la cultura», donde afirman que el arte ligero, o «light», no es necesariamente decadente. De hecho, quienes aspiran a un arte «puro», o una literatura pura, lo hacen respondiendo a una visión idealizada de la sociedad.
También hay quienes definen «literatura» de una manera negativa. No los preocupa erigir muros protectores alrededor de ésta. Todo lo contrario. Es el grupo que considera «literarios» sólo aquellos textos cuyo propósito es justamente derrumbar el edificio de la literatura. Este grupo, un tanto más agresivo, como le corresponde, fue fundado por los vanguardistas hace más de cien años. Entonces se trataba de cuestionar los valores pequeño burgueses cuyo propósito, como señala Greenberg, era separar el arte de la vida cotidiana, convirtiéndolo en un objeto rarificado en proceso de osificación. Los vanguardistas de estos tiempos se rebelan contra la literatura kitsch, copia de un modelo anterior, producto creado en base a ciertas fórmulas que producen resultados predecibles, y cuyo propósito es el de entretener a las masas que no entienden de arte. Para quienes defienden esta concepción de literatura, no es la «novela de sofá» la que se debe imponer a la novela «light» sino la novela de vanguardia, que rompa los cánones, las formas, inclusive el lenguaje mismo. Todo lo demás es «silencio».
No se trata por supuesto de argumentar que la literatura escrita por el buen José Saramago sea igual a la literatura escrita por el buen Stephen King. Tampoco de equiparar Finnegans Wake con Tarzan the Magnificent, ambas publicadas en 1939. Se trata por un lado de comprender la dificultad, casi, diría yo, la imposibilidad de demarcar lo se se podría considerar «literatura». Se trata también de entender la futilidad, inclusive la pérdida de tiempo, que conlleva el tratar de salvaguardar el edificio al que los bárbaros han llegado, y siguen llegando, desde la aparición del libro de Gutenberg.
Creo que ambas formas de entender la literatura están basadas en una fórmula de la que no se habla lo suficiente. La voy a expresar de una manera abusiva haciendo un salto conceptual que, no obstante, tengo la esperanza de que resulte útil. Consideremos la siguiente expresión matemática:
f(x) = [ L, 0 ]
Supongamos por un momento que x es una novela dada (Saramago, o King, da lo mismo). Supongamos ahora que f (que en matemáticas sería una función) son todos aquellos valores con los que uno juzga una novela, de modo que el resultado sería uno de los términos entre corchetes. Esto es, L, si la novela comparte los valores, ó 0 si no los comparte.
Dentro de este marco, si uno juzga una novela para categorizarla, digamos, como «novela de sofá» (L), o «novela light» (o), resulta más o menos claro que hay una f (un conjunto de valores) que nos permite llegar a dicha conclusión. Dado este esquema, puede ocurrir que:
1. Uno no sea consciente de que f existe;
2. Inclusive si uno nota que f existe, que no acepte que depende de una cierto momento cultural, o, para ponerlo de otra manera, de una cierta concepción de lo que significa ser humano; y
3. Que a pesar de comprender que f existe, y que depende de un contexto cultural específico, que uno lo juzgue como el único con carácter universal.
Bajemos de esta abusiva nube teórica para ver un par de ejemplos. Para una persona que cree en el absurdo de la existencia humana, Tom Sawyer de Mark Twain sería menos literatura que, digamos, El extranjero de Albert Camus. Un ejemplo diferente sería el desplazamiento que hace unos cinco años sufrieran las novelas de Stephen King, que por décadas se clasificaron dentro de los estantes del género de «Terror», hasta que un buen día a alguien se le ocurrió que estarían mejor situadas en la categoría de «Literatura».
Por supuesto, no estoy planteando un «relativismo» a rajatabla. Lo que para ti tiene valor de Nobel para mí es simplemente papel de envolver, y viceversa. De lo que se trata es de plantear que para cada círculo cultural en un momento histórico dado, existe un cierto tipo de valores que determinan lo que se considera «literatura». Esto determina, por contraste, otras categorías relacionadas con ésta, como «literatura light», por ejemplo.
La dificultad radica, tengo la impresión, en una visión un tanto lineal y plana de los valores culturales. Una visión que por un lado alinea todas las novelas como en una pista de carrera, y que, por el otro, dibuja un círculo de tiza para dilucidar qué está adentro y qué está afuera. Pensar de otra manera requiere dejar a un lado las seguridades, los esquemas simplificados y las ideas recibidas, para aceptar que la literatura es un campo multidimensional, abierto, que no se puede definir con escalímetro, ni se puede delimitar con una tiza, y cuyos límites son difusos, cambiantes, con una configuración que varía de una generación a otra. Este esfuerzo no siempre va bien con nuestra naturaleza humana, porque, sospechando la inestabilidad del mundo, queremos seguridades.
Sin embargo, creo que el esfuerzo valdría la pena, ya que la «literatura» no es una polis griega donde sólo ciertos individuos definen el modelo de ciudadanía. La literatura contemporánea es más bien una metrópolis donde gente de diversos orígenes culturales, diversas creencias, diversos intereses, y, a veces, sueños contrapuestos, tienen el mismo derecho a ser representados, a votar y a contribuir a los destinos comunes.
Es por eso que me parece más productivo, y más saludable, abandonar la fórmula f(x) = [ L, 0 ], no importa cuán consciente de f esté uno, para abrazar una crítica que lea cada obra de ficción dentro del contexto que le corresponde. Una crítica que acepte que a veces resulta difícil saber dónde situar una obra. Una crítica que de vez en cuando cuestione sus propios valores. Una crítica, en suma, que lejos de aplicar una fórmula, acepte ser parte de un diálogo de interpretación que nunca aspira a la certeza. Ese tipo de crítica sería capaz de iluminar tanto un texto de Saramago como uno de King. Y todos saldríamos ganando.
6 Comentarios en “Literatura «Light»”
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jose
me has hecho recordar cuando vivia con mi madre y ella tenia una biblioteca como de cuatro mil libros, que estaba separada por tematicas y en la parte de novelas la llenaba con un vendedor de libros que le recomendaba los ultimos best sellers (literatura light) a mi me gustaba leer asi que me los leia todos como tambien habia de muy buenos escritores (como una coleccion nobel), me gustaban estos libros light y me daban parametros para comparar los diversos tipos de literatura, ciencia ficcion buena y mala, terror, horror, misterio, novela negra, etc creo que toda literatura es buena de acuerdo al cristal con que se mire
un abrazo
eric
Uno tiende a juzgar una obra de acuerdo con su manera de valorar el arte o de definirlo. Por eso, hay obras que para unos no pueden ser arte sino cualquier cosa. Lo importante no es, según tu artículo, el enfocarse en la definición de literatura pues habrá tantas como escuelas o sistemas de pensamiento, sino comprender y analizar la obra en sí misma, ver si funciona o no funciona, y en dónde y cómo. La labor crítica, según entiendo, entonces, debe ser una labor, como dices, iluminadora.
Me acabo de dar cuenta de que en inglés todo este asunto es más redondo pues empiezas hablando del término «light» aplicado a la literatura y terminas hablando de lo que es «iluminador». Hay varias cosas en el artículo que le dan más profundidad al asunto pero no quiero resultar cansadora. Gracias por este texto y por haberme hecho comprender por fin para qué sirve la «función» en matemáticas. Más o menos…
Tu texto me dejó ciertas reflexiones. Primero, me parece coherente la opción de que la valoración de la literatura depende mucho de la visión de la persona, conjunto, época e incluso espacio. Pero ello, desde mi punto de vista, deben ser elementos que sumen o muestran particulariedades de la valoración. Lo que debe primar es el proceso de evolución de la literatura. Es decir, seguir las huellas del avance literario, analizándolo y explicando el porqué de tales pasos. Siguiendo esta lógica, la literatura light queda suspendida, estática, usando medios ya conocidos y no aportando a la evolución o al proceso.
Segundo, la discusión podría extenderse si vemos el papel que debe cumplir la literatura. En este aspecto las apologías sobrarían. Una vez más es bueno recurrir a la historia de la literatura y ver que de trascendental mostró.
Tercero, nos es lo mismo empezar a leer literatura light, para luego pasar a la literatura «clásica», que lo inverso. En el primero, la literatura light se muestra como base, buen inicio, incluso se aprecia y estima. En el segundo caso es enjuiciada y atacada.
Estimados amigos:
Gracias por sus comentarios. Son muy alentadores, ya que convierten esta bitácora en un espacio de diálogo.
Un abrazo,
José de Piérola
De acuerdo con juzgar cada obra como un individuo y como parte de una categoría, de la misma forma en que podemos juzgar a «El show de Truman» como algo más que una película de Hollywood; pero eso no quita que Hollywood sea una máquina productora de entretenimiento y no de arte. En un mundo donde la enorme mayoría de las personas cree que «Avatar» es lo máximo, también es productivo criticar categorías enteras.
Saludos.