La trama celeste
Desde que los escritores latinoamericanos empezaron a reflexionar sobre el oficio de escribir —digamos, desde que José María Heredia escribiera su «Ensayo sobre la novela» en 1832— casi siempre han optado por tres caminos: el recuento histórico-estético, el testimonio de parte, y el análisis de los aspectos técnicos del acto narrativo. Lamentablemente, éste último es el menos recorrido, y los pocos escritores que lo han elegido, han usado términos que no siempre aclaran las cosas. Por ejemplo, los términos «argumento» (ver cualquier libro de secundaria), «estructura ósea» (Julieta Campos), «armazón narrativa» (Manuel Puig) o «anécdota» (Mario Vargas Llosa y Mario Benedetti) que parecen referirse a un concepto parecido aunque no necesariamente intercambiable. Esta creciente nube de términos, además de complicar las cosas, me parece que oculta algunos conceptos básicos que todo escritor debería tener claros. Me atrevo a sugerir que esta confusión podría aclararse si nos pusiéramos de acuerdo con respecto al uso de tres términos: historia, trama y estructura.
Los dos primeros términos, «historia» y «trama», vienen de la herencia anglosajona que desde muy temprano los identifica. Ya Henry James hablaba de la «trama» en su famosa charla de 1884. Pero, es el novelista inglés E. M. Forster el primero en aclarar la diferencia entre historia y trama. Según el famoso ejemplo de su Aspectos de la novela, cuando uno dice: «El rey murió, y luego la reina murió», uno está contando una historia. Esto es, relatando una secuencia de eventos relacionados con ciertos personajes que pertenecen al mismo ámbito espacio temporal. Pero cuando uno dice: «El rey murió, y luego la reina murió de pena» (mi énfasis), uno está contando una historia cuyos eventos están relacionados de manera causal, la muerte de la reina es causada por la muerte del rey.
Un escritor puede usar las exigencias de la trama para determinar qué aspectos del mundo ficcional deben quedar fuera, reforzando aquéllos que son fundamentales para el entramar el tejido de su narración. Me apresuro a decir que, sí, hay novelas y cuentos que no están organizados de esta manera, pero como dice Auster, casi todas las historias que merecen ser contadas empiezan cuando «un evento inesperado nos cae encima de repente despertándonos de nuestra modorra». Ese evento tendrá como consecuencia otro, éste a su vez otro, y así sucesivamente. Según John Gardner, una narración cuyos elementos están relacionados de esta manera logra un impulso narrativo que él llama «profluencia» en El arte de la ficción. En general, es raro el escritor anglosajón que no tenga clara la diferencia entre historia y trama.
En América Latina hay tal diversidad de enfoques, que da la impresión de que pocos escritores han tenido clara esta diferencia, inclusive entre los que transitan el terreno menos trillado.
Tomemos el caso de Vargas Llosa, que en su Cartas a un joven novelista todavía sigue usando el término «anécdota» sin diferenciarlo claramente del término «historia», que aparece en otros capítulos del mismo libro. Como habría de esperarse, uno de los primeros que tiene muy claro el uso del término es Borges, quién habla siempre de la «trama» de una narración. Es probable que haya tomado el término de los textos anglosajones que le gustaba leer. Pero también es posible que lo haya aprendido de Macedonio Fernández, su maestro, quien ya lo usa en «Para una teoría de la novela» (1928). Bioy Casares (de quién he tomado el título) lo adopta a su vez de Borges.
Quién haya tenido la paciencia de leer hasta aquí se preguntará si he olvidado el tercer término —«estructura»— que propuse al principio. Creo que para abordarlo, sería bueno compararlo con los otros dos conceptos, ya que los tres están íntimamente relacionados. Sugiero que para entender el acto narrativo hace falta diferenciar «historia», «trama» y «estructura» de la siguiente manera:
La historia serían todos los eventos que podrían formar parte de una narración, aunque no haya una relación causal entre ellos.
La trama, por el contrario, está construida en base a los elementos que tienen una relación causal, usualmente desde el primer «evento inesperado que le cae encima a un personaje» hasta el momento en que su vida ha alcanzado cierta estabilidad, sea porque ha resuelto el «evento inesperado», porque éste lo ha vencido, o porque se da cuenta de que ni lo uno ni lo otro es posible.
La estructura de una narración es la forma en que los elementos de una historia o una trama están organizados. Un escritor podría empezar a narrar a partir de la mitad de la trama, como lo hace García Márquez en Crónica de una muerte anunciada, o podría contarnos dos narraciones paralelas cuya relación es aparente sólo en los últimos capítulos, como lo hace Vargas Llosa en La tía Julia y el escribidor.
Me inclino a pensar, sin embargo, que la mayoría de escritores entienden muy bien estos tres términos, aunque no los planteen de manera teórica. Tomemos el caso de Expiación de Ian McEwan que comenté hace un par de semanas. La historia que cubre la novela serían todos los eventos en las vidas de sus personajes desde 1935 hasta 1999. Sería imposible, si no absurdo, narrar todo aquello en un sólo libro. La trama son todos los eventos que se desprenden de la escena de la fuente vista desde la perspectiva de Briony, cuando ésta tiene apenas trece años, y ya ha experimentado, lo que Vargas Llosa llama, la «ruptura con la realidad». La escena de la fuente tiene como consecuencia que los celos magnifiquen la reacción de Briony cuando ésta lee la nota que Robbie ha escrito para Cecilia, y así sucesivamente, hasta que Briony por fin logra escribir una novela sobre su terrible acción. La estructura de la novela, por otro lado, es mucho más concreta: El día de la frustrada representación de la obra de teatro de Briony, los dos días de caminata forzada de Robbie en la «Retirada hacia Dunkirk», los pocos días en los que Briony trabaja como enfermera de guerra, y, por último, la confesión una Briony de 77 años.
Tomemos ahora como ejemplo Crónica de una muerte anunciada. La historia en esta novela podría recoger eventos desde el nacimiento mismo de Santiago Nasar hasta el momento en que el amigo de Cristo Bedoya empieza a escribir, todo lo cual produciría quizá varios tomos, entre los cuales podríamos encontrar referencias a la muerte a la que alude el título. La trama, por el contrario, sólo recoge eventos estrechamente relacionados de manera causal. Empieza en el momento en que Angela Vicario pierde la virginidad; debido a lo cual, en la noche de bodas, Bayardo San Román la devuelve a su familia; lo cual a su vez hace que los hermanos Vicario decidan matar al culpable de semejante humillación, que para ellos es Santiago Nasar; y así sucesivamente, hasta que los Vicario abandonan el pueblo. La estructura de la novela, sin embargo, no sigue este derrotero lineal. Recordarán que abre con el famoso «el día en que lo iban a matar, Santiago Nasar», luego, avanzando en espiral, va incorporando otros eventos de la trama que ocurren antes y después. El hecho de que intuyamos que hay una relación causal entre ellos añade un grado de interés a cada evento.
Quizá no sea necesario nombrar las partes estructurales de una narración siempre y cuando uno tenga por lo menos una entendimiento intuitivo de éstas. Sin embargo, para un escritor que empieza, no resulta del todo improductivo seguir el ejemplo de Vargas Llosa que estudiaba las novelas de Faulkner lápiz en mano. Entender estos tres niveles del hecho narrativo —la historia, la trama y la estructura— también es importante porque le permite ver con claridad la postura filosófica que plantea su forma de narrar.
3 Comentarios en “La trama celeste”
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Como una aguja hilbanada para empezar a coser. Gracias. El rey se marchó a Nueva York y la reina escribió para no morir de pena.
Julia:
He ahí una trama celeste. Que la reina publique, y que tenga éxito.
Un abrazo,
José de Piérola
yo compararía una historia, con un árbol en su conjunto, visto desde lejos en una montaña, al borde de una laguna o entre peñascos que parecen aprisionarlo. (puede ser que lo esté mirando con binóculos, o que yo esté a cincuenta o sesenta metros)
Me voy acercando al árbol hasta quedar debajo de el. Levanto a mirar sus ramas, sus cáscaras, las hojas. Acerco mi oído al tallo y percibo el rumor de la savia. Veo cantidad de insectos, nidos, pájaros etc. Me parece que esa es la trama de esa historia.
Y para terminar diría que la dirección de las ramas, su largura, su grosor, la altura del árbol, la relación que tiene con árboles de otras especies, constituyen la estructura.
Caarlos Julio Dávila F.