Las primeras palabras
García Márquez dijo una vez que la primera oración de una novela debe agarrar al lector del cuello y no soltarlo. Su afirmación es parte de una suerte de movimiento de culto a las primeras oraciones. Inclusive hay libros que recopilan primeras oraciones famosas. ¿Quién no recuerda, aunque no haya leído ni siquiera el primer capítulo del Quijote, aquel «En un lugar de la Mancha…»? Sin embargo, tengo la impresión de que García Márquez, como casi siempre, hablaba hiperbólicamente. No se trata de la primera oración sino de las primeras palabras, que en algunas novelas abarcan el primer párrafo, mientras que en otras recién terminan de aparecer hacia el final del primer capítulo.
No es una diferencia académica. Si bien es cierto una primera oración puede enganchar al lector, despertando su interés por seguir leyendo, usualmente toma varias oraciones lograr las dos primeras tareas de toda novela bien hecha. Primero, poner en marcha el mecanismo de su narración. Segundo, plantear claramente qué reglas moverán dicho mecanismo. En otras palabras, una buena novela debe «enseñar» a su lector cómo debe ser leída. Si estas dos cosas están logradas, la novela sembrará en la mente del lector una suerte de picazón que no se aplaca sino con la lectura.
Esta, por supuesto, no es una regla inflexible, sino más bien un principio. Funciona la mayoría de las veces. Cuando la novela no logra estos dos efectos es porque está mal escrita, o porque su autor tiene en mente lograr un efecto diferente, en cuyo caso lo hace con conocimiento de causa. Como todos los principios, para que éste deje de ser una simple teoría de sobremesa, vale la pena ponerlo en práctica, examinarlo a la luz de las primeras palabras de una novela tomada al azar.
El inicio de Me llamo rojo de Orhan Pamuk, en la traducción de Rafael Carpintero, va como sigue:
Ahora estoy muerto, soy un cadáver en el fondo de un pozo. Hace mucho que exhalé mi último suspiro y que mi corazón se detuvo pero, exceptuando el miserable de mi asesino, nadie sabe lo que me ha ocurrido. En cuanto a él, ese repugnante villano, escuchó mi respiración y comprobó mi pulso para estar bien seguro de que me había matado, luego me dio una patada en el costado, me llevó hasta el pozo, me alzó por encima del brocal y me dejó caer. Mi cráneo, que antes había roto con una piedra, se destrozó al caer al pozo, mi cara, mi frente y mis mejillas se fragmentaron hasta el punto de desaparecer; se me rompieron los huesos, mi boca se llenó de sangre.
Es indudable que la primera oración tiene un poder avasallador. Un muerto nos habla en primera persona desde el fondo de un pozo. Un lector de novelas policiales tomaría aquí su primera pista ya que usualmente los deudos no tiran a sus muertos dentro de un pozo. Sin embargo, podría tratarse de una cultura diferente, de otro tiempo. El hablar desde el fondo del pozo también instala cierta temática. El narrador ha caído, está en el fondo, de modo que en vida quizá conoció cierta altura, cierto reconocimiento. También la noción de que la muerte es un pozo, quizá insondable. Pero quizá el efecto más importante sea el de obligarnos aceptar sin anestesia, como diría un amigo, un narrador que en otras circunstancias sería implausible. Éste es un conocido principio narrativo: introducir muy pronto las premisas más implausibles de la narración, y hacerlo, como diría García Márquez, con cara de palo. De todos los posibles efectos de la primera oración, el más importante es este último, ya que no trata de persuadirnos de que un muerto pueda hablar, sino que nos pide aceptarlo como un acto de fe, si es que queremos seguir leyendo la novela.
Sin embargo, esta primera oración no es suficiente. Es más, dada la apuesta tan grande (apelar a nuestra fe), eleva nuestras expectativas de tal manera que cada oración que siga debe ser suficientemente contundente para no perdernos. Éste es el caso de la siguiente oración. El muerto está en el pozo desde ya hace algunos días y ha sido asesinado. Estos dos detalles empiezan a «enseñarnos» cómo leer la novela. Se trata de una novela ambientada en un pueblo muy rural, o hace mucho tiempo, donde todavía son usuales los pozos. También de un lugar, o época, en la que una persona puede desaparecer por unos días sin que se despliegue una búsqueda policial. Un lector de novelas policiales, o mejor, de la «novela negra», entendería de inmediato que estamos ante un escenario típico: tenemos un cadáver, tenemos un asesino. La estructura de la novela se nos plantea con bastante claridad. Habrá, forzosamente un detective (Negro) y una mujer (Seküre), quizá la novia o la esposa del asesinado, y un grupo de sospechosos (nada comunes en este caso).
Dado que ya estableció el tipo de novela a narrar, Pamuk usa la siguiente oración para hacer un pequeño recuento de las acciones post-morten de asesino, para dejar claro de que no se trata de una muerte accidental, ya que el asesino, primero patea a su víctima para estar seguro de que está por lo menos inconsciente, luego lo tira dentro del pozo garantizando su muerte y quizá su desaparición, ya que en el espacio húmedo del pozo la descomposición empezará pronto, borrando gran parte de la evidencia de su crimen.
La última oración de este primer párrafo, con su precisa descripción de la caída, refuerza el tono de la primera, recordándonos que si bien es cierto en esta novela nos toparemos con un narrador, o narradores inusuales (desde un muerto hasta el dibujo de un perro), el registro será estrictamente realista. Es importante señalar, sin embargo, que esta detallada descripción sólo usa los términos que usaría el narrador elegido. Éste se refiere quizá a los huesos frontal, maxilar y etmoides, que explicarían la sangre agolpada en su boca. Indudablemente Pamuk, el autor, sabe esto, pero el narrador (como nos enteraremos después) no tiene los estudios de su autor, de modo que su descripción es apropiadamente «mi frente y mis mejillas se fragmentaron».
Todavía hay mucho más que se podría decir sobre este primer párrafo. Sin embargo, lo que me interesaba era examinar la idea de que sin bien es cierto una primera oración es importante, ésta no es suficiente para atrapar al lector. También para servir como ejemplo de que una buena novela nos «enseña» cómo leerla, planteándonos ciertas reglas básicas que ha de seguir para lograr, con suerte, un objetivo más ambicioso, como es el caso en Me llamo rojo donde Pamuk aborda temas como el papel de la representación en el islam, la influencia del giro epistemológico del Renacimiento, el rol del artista y del arte, para nombrar sólo unos pocos.
Un lector necio, como lo hemos sido todos en algún momento, decide ignorar las señales evidentes con las que una novela le dice: «las reglas del juego son éstas». Lee todas las novelas desde un mismo criterio estético, juzgándolas en la medida en que satisfacen su preferencia personal, que es una poética a la que tiene derecho, pero que no es necesariamente universal. Un lector más sutil presta cuidadosa atención a estas primeras palabras, entendiendo claramente qué tipo de novela va a leer. Puede que debido a esto no le guste —ya que se plantea como una novela que escapa de su preferencia personal— pero será capaz de juzgar si la novela está lograda en sus propios términos.
¿Cuándo está lograda una novela? En pocas palabras, cuando establece al principio ciertas reglas de juego sobre las cuales construye un universo autónomo, persuasivo, que, si tiene suerte, también le permite revelar un aspecto de la experiencia humana. Una novela es una obra de arte cuando todos estos hilos la convierten en un tejido único, intransferible, que sólo puede haber sido creado por una persona, en un tiempo determinado. Pero éste será tema para otro día.
3 Comentarios en “Las primeras palabras”
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Amigo José, un gusto leerte, como siempre!
Eterna discusión esta de ¿por qué leo una novela?, ¿por qué sigo después de la primera fase, o los primeros párrafos?..
Creo que una buena novela debe ser básicamente una buena trampa en la que, una vez dentro, no tengamos más alternativa que firmar el pacto de la ficción: me creo lo que me están diciendo, y punto. Si no me lo creo, la mando al carajo!
En los últimos años no he leído nada que me haya atrapado como «El Diccionario Jázaro», de Milorad Pavic. He aquí la puerta de su trampa:
«El autor actual de este libro le asegura al lector que no tendrá que morir si lo lee, tal y como fue el caso de sus antecesores, los usuarios de la edición del Dicccionario jázaro de 1691, cuando el autor original de este libro vivía todavía. Respecto a esta edición, aquí tendrán que ofrecerse algunas explicaciones, pero para que estas no se extiendan demasiado el lexicógrafo ofrece a los lectores un acuerdo. Va a escribir estas observaciones antes de cenar, mientras que el lector las va a leer después de comer. Así el hambre obligará al autor a ser breve, en tanto que la introducción no le parecerá demasiado larga al lector con el estómago lleno.«
Lo que sigue es una novela diccionario, si bien un tanto rayuelesca, no por ello menos meritoria: tres novelas, para ser precisos, o bien, tres versiones de la asimilación de los jázaros a una de las tres grandes religiones, una por cada una de ellas!!!!!!!!
El resto del libro es una narración tras otra en el lenguaje más delicioso que yo haya degustado, con frases como esta, por ejemplo: «Se sabe que los vientos que los trajeron fueron vientos machos, que nunca traen lluvia, vientos sobre los cuales crece la hierba y ellos la llevan a través del cielo como barbas.» O esta otra: «Tocaba su instrumento y lo afianaba orientándose por las estrellas»…
En fin, amigo mío, y como decía Nietzsche, también exagerando un poco, «para el poeta auténtico, la metáfora no es una figura retórica, sino una imagen sucedánea que flota realmente ante él, en lugar de un concepto» (Nacimiento de la Tragedia). Pero Nietzsche también era un poeta, y ya se sabe, los poetas mienten! En resumidas cuentas, voy a leer la novela que me mienta de la mejor manera posible, es decir haciendo que me crea todo lo que me dice.
Un abrazo!
F.
Querido Tio me parece genial esto por favor que me sigan enviando aportes de este tipo. Muy buenos para ejercitar la mente en las cosas realmente interesante de la vida…un abrazo Sebas
Siempre es un placer tener novedades tuyas no sabes lo gratificante que es encontrar tus textos los disfruto mucho.
En verdad gracias por ser un gran aporte para todos nosotros.
Y definitivamente de acuerdo contigo,leo los comentarios anteriores que de alguna forma me intimidan pues me siento tan ignorante pero con muchas ganas de seguir aprendiendo,gracias nuevamente lo primero que haré luego de escribirte es ir a comprar El diccionario de Jázaro nunca antes lo habia escuchado.