Archivo de 'Bitácora'

El placer de las Ficciones

Pulp Fiction

La pri­mera vez que leí el fa­moso tí­tulo de Bor­ges, tuve la im­pre­sión de que éste, ex­cén­trico, lo ha­bía ele­gido para di­fe­ren­ciar sus cuen­tos, la ma­yo­ría de ellos de corte fi­lo­só­fico, de los otros que por en­ton­ces se pu­bli­ca­ban. Esta de­duc­ción inocente gozó de buena sa­lud du­rante mu­chos años (…)

El libro de Gutenberg

Tengo la im­pre­sión de que quie­nes ha­blan del li­bro elec­tró­nico to­man dos pro­ble­mas muy di­fe­ren­tes como si fuera uno solo. Para em­peo­rar las co­sas, ins­pi­ra­dos en el «ceci tuera cela» (esto ma­tará aque­llo), hay otros que pre­di­cen la in­mi­nente desa­pa­ri­ción del li­bro im­preso. ¿De qué ha­bla­mos cuando ha­bla­mos de «li­bro electrónico»? (…)

El doctorado de Borges

Aprendiendo a escribir

Una pre­gunta que to­da­vía me ha­cen cuando ha­blo so­bre el tema de las maes­trías en crea­ción li­te­ra­ria es: ¿Se puede en­se­ñar a es­cri­bir? Es una pre­gunta re­tó­rica, por su­puesto. Y la ex­pe­rien­cia me ha en­se­ñado que quie­nes las plan­tean no tie­nen la me­nor in­ten­ción de es­cu­char la res­puesta. Sin em­bargo, vale la pena to­marla en se­rio, por­que quizá ex­prese un pro­blema no resuelto (…)

El escritor en el espejo

Gide, quien lle­vaba una bi­tá­cora de sus pro­yec­tos li­te­ra­rios, es­cribe en 1893 acerca de una de sus pe­que­ñas idio­sin­cra­cias de es­cri­tor. Frente a su es­cri­to­rio de tra­bajo hay un do­ble es­pejo en el cual se mira des­pués de es­cri­bir cada ora­ción. Se­gún sus pa­la­bras, su re­flejo le «ha­blaba y es­cu­chaba», lo «acom­pa­ñaba» y le «daba aliento». (…)

La profesionalización del escritor

Cuando era un ado­les­cente cuya ma­yor pa­sión eran las lec­tu­ras —desde la co­lec­ción com­pleta de Emi­lio Sal­gari, hasta las dos no­ve­las de Ja­mes Joyce que por en­ton­ces ca­ye­ron por mis ma­nos, pa­sando por una se­rie de obras de tea­tro que leí como quien ve pe­lí­cu­las por te­le­vi­sión— no me ha­bía de­te­nido a pen­sar en qué con­siste ser escritor. (…)

La libreta Moleskine

Cuando em­pecé a es­cri­bir en 1997 to­da­vía no sa­bía que mi ta­ller de es­cri­tor gi­ra­ría en torno a una li­breta de no­tas. Du­rante mis años de con­sul­tor —más de los que quiero re­cor­dar— ha­bía pa­sado gran parte de mis días frente a la pan­ta­lla de una compu­tadora, y, aun­que la tec­no­lo­gía ha­bía avan­zado un buen tre­cho, to­da­vía no exis­tía un pro­grama que me per­mi­tiera es­cri­bir con la paz men­tal que me ha­cía falta. (…)