Archivo de 'Bitácora'

Nunca dos Szymborskas

Wislawa Szymborska

Des­con­fío de los ho­me­na­jes, so­bre todo de aque­llos que se ha­cen a los muer­tos re­cien­tes, cuando el cuerpo no ha per­dido to­da­vía su ca­li­dez hu­mana. Pero hay ex­cep­cio­nes. Me re­sulta di­fí­cil de­jar pa­sar los días sin re­cor­dar a Wi­sława Szym­borska, sin de­cir, por lo me­nos en el ám­bito li­mi­tado de este me­dio, que para mí es como si ella to­da­vía es­tu­viera es­cri­biendo en su que­rida Cracovia (…)

La pesadilla de Orwell

1984 de Michael Radford basada en la novela de Orwell

Pa­re­ce­ría que Or­well ha con­ver­tido en un re­fe­rente pos­mo­derno al que se alude ge­ne­ral­mente para ha­cer­nos pen­sar que 1984 no fue como el 1984 que él ha­bía ima­gi­nado. Uno está ten­tado a creer que el si­nies­tro «gran her­mano» no es más que una pe­sa­di­lla li­te­ra­ria de otros tiempos (…)

¿De qué hablamos cuando hablamos de la «novela tradicional»?

Novela tradicional

Si me die­ran un ki­ló­me­tro por cada vez que la ex­pre­sión «no­vela tra­di­cio­nal» —o sus de­ri­va­dos— se me ha cru­zado en el ca­mino, quizá ya ten­dría su­fi­cien­tes para cru­zar el Atlán­tico de ida y vuelta (…)

Monstruos de latón

Frankenstein: «monstruo de aspecto»

Desde los fa­mo­sos cí­clo­pes que apa­re­cen en el li­bro nueve de la Odi­sea, hasta el inol­vi­da­ble Drá­cula de Bram Sto­ker, pa­sando por el in­mor­tal Fran­kens­tein de la no­vela epó­nima de Mary She­lley, los mons­truos han sido ob­jeto de fas­ci­na­ción en li­te­ra­tura. Es­tos mons­truos, por ser tan di­fe­ren­tes de quie­nes nos con­si­de­ra­mos «nor­ma­les», son como los ani­ma­les ra­ros de un zoo­ló­gico, que mi­ra­mos fas­ci­na­dos, in­clu­sive con cierto ho­rror, pero que al fi­nal nos dan la sa­tis­fac­ción adi­cio­nal de re­cor­dar­nos que no so­mos como ellos (…)

II">Herramientas de escritor II

II">La legendaria Olivetti Lettera 32 de Cormac McCarthy

En la en­trada an­te­rior plan­tee los dos pro­ble­mas de di­seño que aque­ja­ban a to­dos los pro­ce­sa­do­res de texto hasta hace muy poco. En gran parte por­que no ha­bían sido di­se­ña­dos con las ne­ce­si­da­des del es­cri­tor en mente. Fe­liz­mente es una si­tua­ción que em­pezó a cam­biar el año 2003 (…)

Herramientas de escritor I

Escribiendo a la antigua

Po­dría pa­re­cer que con la apa­ri­ción de la compu­tadora per­so­nal los es­cri­to­res de­bie­ron ver so­lu­cio­nado dos de sus gran­des pro­ble­mas. La nueva tec­no­lo­gía nos sólo pro­me­tía si­len­ciar de una vez por to­das la rui­dosa má­quina de es­cri­bir sino tam­bién eli­mi­nar la te­diosa ta­rea de re­ti­pear un ma­nus­crito des­pués de una ronda de co­rrec­cio­nes. La­men­ta­ble­mente, hasta hace poco, las he­rra­mien­tas de es­cri­tor eran, por lo me­nos, insuficientes (…)

II)">Ahí está el detalle (II)

II)">La maleta era grande y pesada

En la en­trega an­te­rior, de­ja­mos en sus­penso la pre­gunta: si un es­cri­tor sólo puede usar unos po­cos de­ta­lles, ¿con qué cri­te­rio se­lec­ciona los de­ta­lles no esen­cia­les? No basta, por su­puesto, con de­cir que los de­ta­lles se eli­gen con la in­ten­ción de pro­du­cir el efecto de reali­dad del que ha­bla Bart­hes, ya que esto no se­ñala cómo se lleva a cabo di­cha se­lec­ción. Bart­hes de­cía que un de­ta­lle no esen­cial cum­ple dos fun­cio­nes: la de re­pre­sen­tarse a sí mismo, y la de re­pre­sen­tar la reali­dad (la «ilu­sión re­fe­ren­cial»). Me atrevo a su­ge­rir que ade­más de esas dos fun­cio­nes hay otras tres que tra­taré a continuación (…)